Marzo cerró con caída de actividad económica, paradas industriales y desplome del consumo. Mientras el Gobierno apuesta por el dólar alto y la ortodoxia fiscal, la economía real muestra signos de agotamiento.
La economía argentina volvió a desacelerarse en marzo, tras un repunte moderado en febrero, y comienza a mostrar señales claras de agotamiento, según confirman datos oficiales y estimaciones privadas. El freno se da en un contexto de inflación acelerada, tensiones cambiarias y expectativas puestas en un nuevo acuerdo con el FMI que impone más ajuste.
Aunque el primer trimestre cerró con un crecimiento interanual del 5,8%, la caída mensual del 1% registrada por consultoras como Equilibra indica un cambio de tendencia. Sin el agro, el retroceso llega al 1,2%.
“La aceleración inflacionaria, el nuevo esquema cambiario y el contexto global más complejo nos obliga a recortar la proyección de crecimiento anual del 5,5% al 5%”, señalaron desde la consultora.
En la misma línea, LCG alertó sobre la caída del consumo, el retroceso de las importaciones de bienes de consumo y el desplome en la confianza del consumidor, el peor dato desde septiembre de 2024. También se retrajeron las ventas de bienes durables y la actividad industrial.
Por su parte, la Fundación FIEL confirmó una caída mensual del 1,4% en la industria, que apenas creció un 1,6% interanual. La producción fabril sufre paradas técnicas y la baja demanda interna, una postal repetida que podría continuar en abril.
Desde Econviews, la lectura es clara: “El consumo sufrirá”. Aunque destacan el potencial de un dólar más competitivo para impulsar exportaciones e inversiones, admiten que el ajuste se traduce en un golpe directo al salario real.
El modelo económico del Gobierno parece decidido a priorizar los números macro, aunque eso implique el enfriamiento de la economía real. Con salarios licuados, consumo en retroceso y actividad industrial a media máquina, el supuesto "rebote" choca contra la realidad cotidiana de millones de argentinos.